
Ha ce unos días, el 24 de septiembre se presentó en La Plata "Osvaldo Bayer por otras voces". Para los que no conocen su obra Osvaldo Bayer escribió La Patagonia Rebelde, un clásico de la literatura argentina. También para guiarlos un poco con respecto a su orientación ideológica Bayer se autodenomina anarquista y estuvo exiliado en la época del terror (década del 70).
Esta presentación (donde me hubiera encantado estar) contó con la presencia del homenajeado y además con la participación de Juan Gelman, José Pablo Feinmann, Felipe Pigna, Horacio González, Eduardo 'Tato' Pavlovsky, Fernando 'Pino' Solanas, Miguel Rep, Rogelio García Lupo, Stella Calloni, Eduardo Luis Duhalde, Héctor Olivera, León Rozitchner, Ricardo Monner Sans y Carlos Cajade, entre otras reconocidas personalidades que forman parte de la historia socio-político-cultural del país y de América Latina, ofreciendo sensibles miradas literarias de reconocimiento sobre la riqueza emblemática de Osvaldo Bayer.
De cada uno de los textos compilados por el autor, se desprenden profundos sentimientos de amistad, de solidaridad, de compromiso, de lucha por los ideales, de utopía y de revolución.
En su lectura se perciben las evocaciones propias de los actos heroicos, del amor, del delirio, de las lágrimas y de las risas, compartidas tanto en tiempos disímiles como en situaciones diversas, con la certeza que el homenajeado es parte de la historia, de la vida y de los mundos de cada una de las voces que animan este libro.
Es fundamental que se reflejen los ideales en lo que hacemos, el querer cambiar lo que creemos injusto y creo que un buen arma para esto son estas industrias culturales, sirve para Osvaldo Bayer, sirvió para su amigo Osvaldo Soriano (mi escritor favorito), y esta fórmula también sirve para los que trababamos, o intentamos trabajar en lo audiovisual.
Además de esto quería contarles que estuve en los pueblitos de Jujuy el fin de semana pasado: Purmamarca, Tilcara, Humahuaca. Es sorprendente como Purmamarca se convirtió en una suerte de shopping callejero, y el símbolo de todo lo que uno sentía al ver eso fue uno de los tradicionales souvenirs de allí: La típica arenita de colores enfrascada en una botellita de vidrio de Coca Cola. Toda una metáfora.
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